Ante una enfermedad o procedimiento médico, nos ponemos en las manos de un profesional médico a espera de ayuda, pero lo mismo hacen los doctores, ya que tratarse a si mismos es muy difícil, imposible si se trata de una cirugía... ¿o no? Bueno, el cirujano ruso Leonid Rogozov, en 1961, demostró que la palabra imposible no se aplicaba para él, ya que al encontrarse sin ayuda en la Antártica, se sometió a si mismo a una cirugía para extraer su apéndice, siendo la única forma de salvar su vida.
La historia de Leonid Rogozov
La apendicitis es de esas condiciones que no dan mucho aviso y una vez que aparece, solo empeora hasta que ocurran dos cosas: se remueve mediante cirugía o revienta causando peritonitis y posiblemente la muerte. Leonid Rogozov, un cirujano ruso de entonces 27 años, era parte de un equipo de exploradores rusos que se encontraban en la Antártica y, muy a su pesar, el único médico. Por eso, cuando se autodiagnosticó apendicitis, supo que su vida dependía solo de él.
En 1961, recién se estaban realizando las primeras exploraciones en la Antártica y las bases algo más avanzadas que conocemos hoy, simplemente no existían, por lo que las condiciones eran adversas. Rogozov, al que podríamos poner en la misma categoría que Chuck Norris, optó porusar el bisturí en si mismo. Si bien tuvo asistencia de sus acompañantes, estos no tenían ningún entrenamiento médico.
Una cirugía de terror
Imagina cortar tu abdomen con un bisturí y usar tus manos para explorar la cavidad abdominal sin anestesia. Eso tuvo que hacer Leonid Rogozov en su autocirugía, una experiencia que no se le desea a nadie. Con dos ayudantes que cumplían el rol de arsenaleros, utilizó el escaso anestésico local que tenía y en una habitación iluminada de forma precaria, procedió a realizar la incisión en su abdomen soportando el dolor.
El anestésico local solo fue útil en el primer corte, pero Leonid Rogozov estaba concentrado y determinado en salvar su vida y no terminar como un cadáver helado. Si bien intentó usar un espejo para visualizar su interior, este le complicaba al darle una imagen al revés. Utilizando su conocimiento en anatomía, se quitó los guantes, y abriendo el peritoneo comenzó a revisar sus órganos internos hasta dar con su apéndice, la cual estaba infectada y lista para explotar.
Luego de removerla, el mismo cerro las heridas, y terminando la operación, tomó antibióticos y pastillas para dormir. Tras dos semanas, retomó sus funciones normales en la expedición antártica durante un año más. Al volver a Rusia, se le consideró un héroe por su valor, pero creo que a Leonid Rogozov le bastó con saber que salvó su vida gracias a su capacidad de concentración y habilidades quirúrgicas.
La historia de Leonid Rogozov no se puede repetir, al menos en expediciones a lugar alejados y de difícil acceso, ya que quienes participan en ellas, se someten antes a cirugías para extraer sus apéndices, evitando así lo que sufrió este valiente con nervios de acero.
¿Serías capaz de realizarte un procedimiento doloroso tu mismo?