Maggie murió como vivió: en total tranquilidad. Esta perrita kelpie australiana de 30 años se quedó dormida en el lugar de siempre, para no volver a despertar.
Fue feliz junto a Brian McLaren, su dueño, con quien vivió desde que tenía ocho semanas de nacida. Toda su existencia transcurrió en una granja en Woolsthorpe, Victoria (Australia).
La falta de un papel que certificara su edad, la privó de hacer parte del Libro Guinness de los Récords, pero no del reconocimiento mundial a su longevidad.