Hasta que tenía 26 años, Cole Cohen no tenía idea alguna de por qué no podía decir la hora, aprender a conducir, cruzar una calle por su cuenta, o saber abrazar a alguien.
Por último, un terapista ocupacional de su ciudad natal Portland, le sugirió que se sometiera una resonancia magnética, y en la mañana del 17 de junio de 2007, ella y sus padres se reunieron con su neurólogo, Dr. Volt, para ver los resultados.
“El Dr. Volt estaba detrás de su escritorio; y el monitor de su ordenador estaba mirando hacia nosotros. Pero yo no entendía la imagen que tenía en frente de mí. Se veía como un espacio en blanco y negro dentro del cerebro, con una mancha negra en la mitad con la forma de un corazón.
"Simplemente creía que era un error de la radiografía, ya que no podía ser posible que existiera un punto tan grande en mi cerebro. Aunque era algo que yo no comprendía, pensé que no era nada grave, y que no tenía porqué preocuparme, porque el doctor sabría explicarme que era”.
"Todos nos encontrábamos mirando la imagen en la pantalla sin decir nada; hasta que el Dr. Volt comenzó a decirnos: Por lo tanto, este es tu cerebro; y esto…(señalaba con un lápiz el punto negro) es un agujero; la imagen es clara, no hay nada que discutir.
Cohen tuvo suerte. Ya que el agujero, estaba lleno de fluido cefalorraquídeo, donde se supone que el lóbulo parietal debía estar. Ella nunca había tenido su lóbulo frontal, y de hecho, podría haber desarrollado discapacidades, o haber nacido muerta; sin embargo, este no fue el caso de ella. Sin embargo, el lóbulo parietal controla el sentido espacial, la comprensión de los números, la información sensorial y la navegación.
De repente, encontró una explicación al problema que había tenido toda su vida: ¿Por qué nunca era capaz de calcular la distancia a la que venían los carros cuando ella iba a cruzar la calle? ¿Por qué cada que entraba a un lugar se desorientaba y no entendía por qué todo estaba desorganizado?
Cohen dice que aprendió que la solución era fortalecer su cerebro y no seguirse quejando de su problema; que afortunadamente ya sabía cuál era. Y afortunadamente las soluciones han sido sorprendentemente fáciles: Poner carpetas de la computadora en el lado izquierdo de su escritorio o sentarse siempre a la derecha de su profesor. La idea es hacer que el lado derecho del cerebro procese la información que viene del lado izquierdo.
A pesar de todo, esta mujer fue afortunada de que este médico hubiera descubierto de que estaba sufriendo, ya que después de haber identificado su problema, supo como atacarlo, y además cada que llega a un nuevo trabajo, o a una nueva clase, es sincera con la gente, y les hace saber el problema que padece; por lo tanto, las personas al saber de lo que ella está sufriendo, saben como tratarle y además ayudarle en sus deberes.
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